Aquel otro día, de aquella otra semana, a
cierta hora inútil embobada con la nada miró el teléfono móvil, buscó su última
conversación con él y vio el punto final. Ese momento le bastó para reaccionar
ante la situación y no, no estaba siendo valiente. Evitar el tema no hacía que
pasase desapercibido, no podía ser cierto... Tiene ese don para atraer los
finales insípidos pero éste era peor que eso: se le estaba haciendo eterno.
Entonces se giró, se aferró a la
almohada y no lloró.
Ni una sola lágrima quiso salir
a esparcirse por sus mejillas. Claro que había dolor pero, sin haberse dado
cuenta, ya se había preparado para ésto.
-No le des más vueltas.- se
decía en sus pensamientos,-ya está.
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